
Lola Martínez inició su trayectoria profesional en Clifford Chance. También fue voluntaria en una pequeña organización en Malaui, antes de trabajar en la Fundación Pro Bono España, durante sus primeros cuatro años de existencia. Actualmente es delegada internacional para Cruz Roja Española en Burundi. Partiendo de su amplia visión y experiencia, Lola nos cuenta sus principales aprendizajes en cada una de estas experiencias laborales, así como su valoración sobre el presente y el futuro del trabajo pro bono en España.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo legal? ¿Cuál fue tu experiencia en un gran despacho?
En la carrera me llamó mucho la atención el derecho mercantil. Vi que realmente el mundo de los negocios era la salida laboral más clara, así que empecé a trabajar mucho los idiomas e hice un máster para tener esa especialidad. Luego entré en Clifford Chance, y la verdad es que fue una época intensa, pero en la que tuve la suerte de coincidir con grandes personas, y eso me ayudó a lidiar con un trabajo que me situó con gente de diferente perfil y con motivaciones diferentes. Además, tuve la oportunidad de participar en varios proyectos pro bono en el despacho, pero no sabía todo lo que era una “clearinghouse”. Y desde la Fundación se ve esa parte humana de la abogacía que quizás en un despacho no se percibe tan fácilmente.
¿Qué te impulsó a dar el salto a la Fundación Pro Bono España y en qué consistía tu trabajo?
El contacto más social, más humano, y la oportunidad de que los dos mundos se encuentren sin tener que elegir uno. Tienes la parte de la abogacía más social y tienes la parte del tercer sector con el que puedes colaborar. Empecé centrándome más en la labor de canalización, porque quería tener esa cercanía con el tercer sector. Luego, quise relacionarme más con la abogacía porque veía que realmente el “gap” está en que no haya más abogados en España que quieran sumarse a esto. En la importancia de seguir sensibilizando y lograr que esto cale. Yo vengo de Cartagena, y veía que ahí nadie sabía lo que hacía. Ahora van cambiando las cosas pero hay que sensibilizar y generar esa cultura pro bono que todavía no existe.
"Van cambiando las cosas, pero hay que sensibilizar y generar esa cultura pro bono que todavía no existe "
Cuéntanos un recuerdo o un momento importante que te lleves de la Fundación.
Es un día que teníamos que redactar un asunto para la Asociación Española de Esclerodermia, en relación a una formación en derechos de personas con discapacidad. Recuerdo esa necesidad de ir un paso más allá y de pensar que lo podíamos vincular con algo en lo que tuviera que ver una universidad y el elemento formativo. Creo que fue el día que me cambió el “chip” y pasé de recibir peticiones a pensar que cada solicitud podía tener más recorrido e involucrar a más actores. A tener más impacto en definitiva. Por eso fue tan reconfortante cuando este año ganamos el premio Expansión a “Mejor Iniciativa Pro Bono”, precisamente por ese proyecto, para mí fue cerrar el ciclo. Supuso un recorrido perfecto de lo que aspira a lograr la Fundación, tener ese impacto en la sociedad desde el mundo del Derecho.
Como trabajadora de una gran organización internacional en África. ¿Cuál es la situación del trabajo pro bono en Burundi o en otros países africanos que conozcas?
Hay un mundo por explorar en el trabajo de protección de los derechos humanos de determinados colectivos dentro de las organizaciones sociales internacionales. Este ámbito está poco explotado, sobre todo debido tanto a la falta de profesionales especializados en derechos humanos, como a los problemas de jurisdicción. Es prácticamente imposible encontrar a un abogado que realice un trabajo pro bono para una organización en Burundi, y eso no va a llegar hasta que haya “clearinghouses” locales que puedan coordinar con los actores legales en todos los países. Algo que he observado en mi experiencia aquí y en Malaui es que la abogacía y la protección de los derechos es algo que no se toma como prioritario, porque hay otras necesidades primarias que se deben resolver antes, y este es un enfoque que cuesta mucho cambiarlo.
¿Cómo resumirías el pro bono en tres palabras o en tres ideas?
Las primeras palabras serían algo chocantemente innovador. También creo que es algo necesario, porque la abogacía es una profesión “peligrosa” para la persona porque puedes entrar en determinados ambientes y dinámicas que te hagan olvidar por qué estás en este mundo, y ahí el trabajo pro bono es necesario porque te conecta con esa motivación. Por último, elegiría ilusión, porque es algo muy gratificante trabajar en determinados temas, con entidades que están en situaciones difíciles, y ver el resultado de tu trabajo de forma tan directa.
"El trabajo pro bono en tres palabras: innovador, necesario e ilusionante."
¿Qué crees que se podría cambiar o mejorar del trabajo pro bono?
El pro bono tiene que ser algo que te nazca. Puede haber un peligro de institucionalizarlo de más y que se deje de lado la parte más motivacional, el porqué se hace. Hay un riesgo de que se deshumanice. Al final da igual el número de personas que hagan trabajo pro bono, mientras que lo hagan por buenos motivos. Además, hay veces también que se protocolizan demasiado los procesos, todo sigue un procedimiento que en ocasiones se podría relajar para que resultase mucho más sencillo para ambas partes. En definitiva, propondría que los procedimientos fueran mucho más sencillos y que hubiera menos protocolos y más alma.
¿Cómo animarías a un profesional legal para hacer trabajo pro bono y a una entidad para que confiase en esta labor?
Antes hubiera dicho que porque es gratificante. Pero ahora veo que al final todo suma; los abogados a veces no somos conscientes de todas las pequeñas piezas que hay involucradas cuando se colabora con una organización social, más allá de que sea gratificante. Todo lo que hace una entidad al final repercute en beneficio de personas que no ves y con las que probablemente no te relaciones nunca, pero que están ahí y que han motivado que esa entidad exista. Y por el lado de la organización social, les diría que, además de centrarse en estar y ayudar a las personas, de hacer actividades y desarrollar proyectos, es fundamental tener una estructura a nivel organizativo que sea lo suficientemente sólida y fuerte para que puedas centrarte en las personas y seguir haciendo bien tu labor. Hay entidades que no se lo pueden permitir, y esa estructura fuerte se blinda a través del trabajo pro bono.
¿Cómo te imaginas el futuro del pro bono en España?
Tenéis todo por delante, un camino que va a llevar a algo muy grande en España porque el pro bono es necesario, desconocido y hay mucho campo de sensibilización. Aunque el trabajo pro bono sea algo jurídico, yo propondría interactuar con otros actores que no sean sólo del mundo legal y que potencien mucho más este trabajo, interconectando otras patas de las ciencias sociales. Pero creo que lo básico y prioritario actualmente es la sensibilización y, en mi opinión, sensibilizar especialmente a los que vienen detrás. Las nuevas generaciones son las que van a poder hacer el cambio. Nuevas generaciones que no están centradas solo en el Derecho, sino que son multidisciplinares y tienen inquietudes relacionadas con lo social, con el voluntariado… Que vean que hacer pro bono es mantenerse en primera línea y que para ellos sea una motivación personal. Lo prioritario siempre son las personas.