«Se hace camino al andar»
El camino recorrido hasta hoy ha dado como resultado un proyecto de éxito, y a la vista están los innumerables casos promovidos por la Fundación. Sin embargo, no debemos quedarnos en la autocomplacencia; es necesario hacer un análisis crítico para mejorar aquello en lo que todavía hay margen.
Queridos amigos:
He de reconocer que, cuando el 15 de noviembre de 2016 acudí, en representación de Ramón y Cajal Abogados, a una reunión promovida por Todd Crider y Leire Larracoechea, a la que también asistieron otros compañeros de prestigiosas firmas legales, no podía imaginar que unos años después, aquel proyecto ilusionante –en el que todos los asistentes solo veíamos aspectos positivos a pesar de ser todavía solo un proyecto—, se convirtiese en una realidad y un caso de éxito de la abogacía en España.
El duro trabajo y la perseverancia de Leire han sido sin duda la clave del éxito. Y a ello hemos de sumar la aportación desinteresada de otras muchas personas que, sin importar si eran de un despacho u otro, sin competir, decidieron aunar esfuerzos para formar un solo equipo que hiciera realidad la Fundación Pro Bono España.
Desde el primer momento, en Ramón y Cajal Abogados creímos en el proyecto y tuvimos claro que debíamos formar parte de la Fundación, y, por ello, participamos en las distintas comisiones de coordinación e impulso que se constituyeron en el inicio. Sobre este aspecto, he de agradecer especialmente el trabajo desarrollado por Nuria Manzano (responsable de marketing y comunicación del despacho) quien sigue colaborando en labores de comunicación y que tanta ilusión pone en cada proyecto.
En Ramón y Cajal Abogados, a nivel interno, existía una fuerte demanda e interés por parte de los abogados en participar en trabajos que aportasen valor a la sociedad y que posicionase a la abogacía en lugar más visible, pero nos resultaba complicado coordinar los esfuerzos y canalizar ese trabajo. La Fundación era la oportunidad perfecta para dar un gran salto en el fomento del trabajo pro bono y nos iba a permitir cubrir esa demanda y hacer saber a todos los abogados que la responsabilidad social de la abogacía debía ir más allá de algunos trabajos puntuales.
Y ha sido así cómo en este período hemos tenido la oportunidad de trabajar en proyectos apasionantes que no solo han ayudado a fundaciones o asociaciones que tenían unas concretas necesidades, sino que, en idéntica proporción, han permitido a los abogados involucrados en el proyecto, comprobar de primera mano lo satisfactorio que resulta ayudar a los que ayudan.
Como ejemplo de lo anterior, me detengo brevemente en el asunto pro bono llevado a cabo para la Fundación Menudos Corazones. El equipo, liderado por nuestra asociada María Luisa González, asesoró a dicha fundación en la elaboración de una guía de protección de datos, así como en la posterior formación. En este proyecto además participó la Clínica Jurídica del Instituto de Empresa.
Otro ejemplo que quisiera destacar fue el trabajo colaborativo que el área de Competencia, liderada en este caso por Javier Pérez, realizó junto con otros despachos (Dentons y Allen & Overy) así como con alumnos de la Universidad Carlos III en favor del Instituto de Derechos Humanos por la Paz y la Libertad, que culminó con la firma del “Informe de Derecho Comparado sobre las Bases y el Ejercicio de la Jurisdicción Universal”.
Como coordinador de las acciones pro bono en Ramón y Cajal Abogados, he podido comprobar de primera mano el alto grado de satisfacción de todos los abogados que participan en los proyectos de la Fundación Pro Bono España. Creo que, además de ser una excelente oportunidad para formarse como abogados, ya que les ayuda a mejorar como personas al conocer realidades que no es habitual ver de cerca.
El camino recorrido hasta hoy ha dado como resultado un proyecto de éxito, y a la vista están los innumerables casos promovidos por la Fundación. Sin embargo, no debemos quedarnos en la autocomplacencia; es necesario hacer un análisis crítico para mejorar aquello en lo que todavía hay margen. Pongo sobre la mesa dos aspectos sobre los que deberemos seguir trabajando para posicionar a la Fundación aún más alto:
- Divulgación externa: una vez que tienes la oportunidad de conocer la Fundación, sus proyectos, su equipo de trabajo, es muy difícil no ilusionarte. Desde el momento en el que formas parte de esta, a través del despacho en el que trabajas o a título individual, te conviertes en un embajador más y, como tal, asumes el compromiso de difundir su labor. Entre todos, debemos ser capaces de trasmitir el valor que aporta la Fundación a la sociedad y este es un aspecto en el que aún hay recorrido. El orgullo de pertenencia es una herramienta muy potente y hay que aprovechar cada oportunidad que se nos presente para contar lo que hacemos como parte de la Fundación.
- Divulgación interna: conectado con lo anterior, debemos trabajar más la “venta interna” de la Fundación, hacer una labor pedagógica del trabajo pro bono. Y para ello, nada mejor que aprender del éxito en la divulgación y promoción de aquellos despachos que disponen de una política ya asentada. En este sentido, además de continuar con la comunicación interna y políticas de difusión activa, es importante que repliquemos los modelos que funcionan. Cuanto más amplio sea el número de abogados comprometidos con el proyecto, mayor será el beneficio que redunde en favor de la sociedad. En este sentido, el trabajo impulsado desde la propia Fundación para trabajar en una guía de buenas prácticas es una gran idea que a buen seguro redundará en beneficio de todos.
Por último, termino agradeciendo a todo el equipo de la Fundación: Leire Larracoechea, Lola Martínez, Silvia Cuenca e Irene García-Barroso, su infatigable trabajo y el gran esfuerzo dedicado, en especial en estos últimos arduos catorce meses de pandemia.